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—¡Oh!

—156El joven se había hecho más sensible y mejor en el curso de sus viajes, durante los cuales había podido echar de menos su casa y juzgar así su verdadero precio.

—Sí, debes de guardarme rencor, porque he sido una mala madre... así como una mala esposa ; pero en esto había dos razones.

Se volvió á callar con la cara doliente y un poco contraída.

—¡ Bah!—dijo Jacobo levantándose ;—quédese esto aquí. Se ve que este asunto te es penoso y te fatiga; bastante hemos hablado hoy; más adelante, si quieres, trataremos este asunto.

La madre le retuvo: —No, quédate... Es preciso. Hace mucho tiempo que vacilo, pero es verdad que tienes derecho de saber..porque ahora eres un hombre. Cuando naciste, tu vida estuvo á punto de costarme la mía; tu nacimiento me ha dejado enferma por el resto de mis días. Pero acaso una madre cuenta sus sufrimientos?... Si no hubiera habido más que esto, hubieras sido el niño más querido de Francia. Lejos de eso te he separado...

¿Por qué?

Jacobo la miró y repitió como un eco: —¿Por qué?

—Ahora puedo decirtelo, puesto que los sucesos desmienten todas las estúpidas imaginaciones de mi juventud preocupada; porque la dicha entra ahora aquí á raudales, como el sol, por todas las puertas y por todas las ventanas. Porque serás amado—ya lo eres—y vivirás largos días rodeado de ternura y en la prosperidad. Esto es lo que te espera; lo demás es locura...

Antonieta se exaltaba demasiado; en el momento en que arrojaba el pasado al olvido con un movimiento