Página:En la paz de los campos (1909).pdf/149

Esta página no ha sido corregida
— 145 —

' igual, un Piscop valía tanto como un Valroy, y un Piscop rico valía más que un Valroy pobre. Transmitiría á Gervasio legalmente su título y sus armas; Gervasio Piscop se convertiría, gracias á él, en marqués Piscop de Carmesy—Ollencourt; la descendencia olvidaría á Piscop y se restablecería la raza.

Ese título y esa nobleza antigua debían pagarse muy caras, y aquellos paletos republicanos, que así lo reconocían, no habían regateado; Carmesy viviría en Valroy con su hija, y, además de su parte líquida considerable, se reconocía á Arabela un importante dote.

Adelaida había exigido regalos que valían una pequeña fortuna.

Todo estaba convenido y arreglado entre las dos familias; lo que no impedía que los nobles herederos de los cruzados de Antioquía y de los reyes de Irlanda continuasen sus papeles de amor y de amistad con las víctimas designadas que no podían comprender ni defenderse.

Arabela se obstinaba en representar su personaje de enamorada llena de caprichos; Adelaida siempre franca y leal conservaba sus ojos claros é ignorantes de malos pensamientos.

El secreto estaba bien guardado y la conspiración seguía circunscrita á la granja y la Villa Rústica, entre las cuales eran muy raras las relaciones para no dar pretexto á la más ligera sospecha.

Gervasio, pues, tenía derecho á considerarse el prometido de Bella, y soñaba con ello día y noche, pero no debía buscarla, y si la encontraba, debía pasar de largo después de un saludo tieso.

Pero aquella noche, mientras la trompa de Jacobo llenaba de graves armonías ó de cantos de victoria el silencio y la paz de las llanuras dormidas, aquel paleto tan poco desbastado, aquel mocetón rudo y feroz, EN LA PAZ.—10