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Antonín, Timoteo é Hilario se rieron astutamente; la cólera de su hermano y de su primo les regocijaba el alma. En aquella feroz familia no había más que disentimientos.

Piscop dijo, en medio de la atención aprobatoria de la asistencia: —Está loco; la australiana se ha apoderado de él.

Y, sin embargo, no es digno de lástima. La tendrá, y, con ella, la tierra y los pergaminos, lo que es un lindo sueño para el nieto de mi padre. Hemos trabajado para él...

Las mujeres quitaban la mesa en silencio y los chicos se dormían en los bancos.

Por las diversas frases cambiadas en aquella mesa de campesinos, que seguían grasientos á pesar de ser ricos, se deducía de nuevo en todo su esplendor el plan de Carmesy.

Siguiendo su consejo, habían comprado los créditos de Valroy, reunido en sus manos todas las hipotecas y dejado correr los intereses: al cabo de cinco años no tenían más que reclamar su dinero ó el embargo del objeto empeñado, es decir: del castillo y de sus dependencias. Estrangulado de una sola vez el Conde estaba perdido.

Mientras tanto, el Marqués se estaba ingeniando por despojar todavía á su buena amiga la de Reteuil, pues los Carmesy, Grivoize y Compañía tenían el apetito bastante abierto para comerse dos propiedades.

¿Pero cuál debía ser la parte del instigador, del director de escena, del inventor, en una palabra, de la combinación?

Nada ó casi nada: en primer lugar el dominio de Valroy para su hija, que iba á casarse con Gervasio Piscop.

A los ojos de Godofredo, en punto á casamiento des-