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Fuera de Reteuil y de Valroy, eran dueños de todo el término.

Si algún obrero les desagradaba por sus opiniones liberales ó por algún vago intento de fugitiva rebe—lión, le echaban con una palabra ó con un gesto.

Y aquel hombre, que tenía su cabaña en el país y, dentro de ella, su mujer y sus hijos, no encontraba ya empleo para mantener á su gente.

Si intentaba emplearse más lejos, Grivoize ó Piscop, al firmarle su cartilla, ponían en ella sin decir nada un signo masónico, y los Piscop y los Grivoize de las granjas lejanas, fuera del término, al ver aquella señal, rehusaban al obrero.

Este, entonces, no tenía más que vender su pedazo de tierra, que Piscop ó Grivoize compraban en seguida, y expatriarse hacia las aventuras indefinidas.

De este modo eran marcados los trabajadores insumisos, los enemigos de la Iglesia, los habladores _sospechosos de socialismo y los poco ó demasiado republicanos, según la medida.

Porque los ricos labradores de aquel rincón de provincia detestaban á los nobles, pero también á los harapientos, y encontraban de buen tono invitar al cura los domingos.

Mezcla obscura y criminal de los más bajos instintos y de las más audaces ambiciones, aquellos campesinos enriquecidos hacían excusable con su insolencia el orgullo de los nobles, más accesibles al menos á la piedad de los seres y muchas veces exentos de aspereza en sus transacciones, cuando no demasiado, como el conde Juan.

La tocata lejana salida de Valroy, fué á interrumpir bruscamente y á cubrir el ruido de aquellas voces groseras, que se callaron. Todos apercibieron el oído con las cejas fruncidas.