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En torno de las lámparas, á las que iban á quemar sus alas las mariposillas reanimadas por la noche, se estableció una conversación llena de confianza é intimidad...

Jacobo se levantó lentamente, se acercó á la pared y descolgó una trompa de caza; después, acercándose en la sombra, con los carrillos inflados y el cuerpo echado hacia atrás, lanzó al espacio, con sus pulmones vigorosos, una ruidosa llamada que saludó á la luna.

Ahora tocaba mejor que su padre, cuya fuerza estaba cansada.

La tocata subió por bosques y colinas, y se extendió llenando con sus ecos las aldeas para advertirles que allá, en las alturas, los castellanos manifestaban, como en los antiguos tiempos, su presencia molesta y su orgullo de vivir.

Aquel toque de trompa tuvo dos resultados diversos por una parte despertó el odio y por otra el amor.

En la granja de los Grivoize, alrededor de la larga mesa de un comedor bajo y ahumado, amos y criados acababan de cenar. Eran unos treinta, entre hombres y mujeres, aplastados en sus asientos por el cansancio de un largo día de trabajo: rudas caras de viejos, de mujeres mal alimentadas, de jóvenes de ojos duros; fauces de lobo, hocicos de zorro, cabezas acarneradas y perfiles de aves de rapiña; mezcla de humanidad y animalidad en unos cerebros astutos ú obtusos por las ambiciones, los rencores y la escala de pasiones naturales, cuya primera nota es el instinto del robo y la última el del homicidio.

También había niños, pero sucios, sin gracia, rabiosos y desmedrados, que se zurraban por los rincones.

Circuló por la mesa el aguardiente y las caras se