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todas las mujeres, Berta escogió á Garnache á causa de su alta estatura, de sus ojos azules y de sus bigotes bermejos, que recordaban la estatura, los ojos y el bigote del héroe de sus sueños; pero su consentimiento no fué más que condescendencia; se concedió, se dió como una gracia, y pensó de seguro que hacía un casamiento desigual.

La preocupación que la noble Antonieta llevaba en el corazón tenía un origen más personal y causas más trágicas. Hacía dos generaciones que los Reteuil varones acababan mal; el abuelo y el padre de Antonieta, por causas diversas, se habían suicidado á los cuarenta años.

El primero resueltamente, como soldado que era.

Complicado en una conspiración bonapartista, hacia, bajo el terror blanco, el coronel de reemplazo se saltó la tapa de los sesos delante de los gendarmes que iban á prenderle. En la familia se supuso, por varias razones, y la cosa no dejaba de ser verosímil, que los gendarmes le habían matado porque se defendía. Pero era falso.

El segundo, treinta y cinco años después, bajo el segundo Imperio. Aunque el recuerdo de su padre, asesinado por los Borbones, le había valido el favor del sobrino de su tío, y era rico, considerado y no tenía nada que desear, á causa de esto mismo se le ocurrió una mañana que la vida era estúpida é insoportable, cayó en la melancolía y, en un acceso de locura, según se dijo, se tiró por la ventana más alta de su castillo.

Se mató en el acto y dejó una mujer de alma ligera, que se consoló muy pronto, y una hija, Antonieta, que sólo tenía tres años y, como apenas le conocía, no tardó en olvidarle.

Más adelante se volvió á acordar de él, cuando hu-