Página:En la paz de los campos (1909).pdf/139

Esta página no ha sido corregida
— 135 —

varla, sino en aumentarla, engrandecerla y duplicarla...

— Amigo querido !—exclamó el Conde dando la mano al Marqués, que la estrechó sin reparo.

¡Carmesy! De su entrada en Valroy databa la ruina definitiva del Conde. La maniobra, de una gran sencillez en su audacia, había sido magistralmente conducida y ejecutada. El Conde estaba en aquella época entre las manos de diez ó doce acreedores cansados de esperar.

Debía á los unos los intereses, capitalizados hacía años, de primeras y segundas hipotecas, y á los otrossumas de dinero prestadas sencillamente bajo su firma... ¡pero á qué precio!...

Había recurrido á usureros proveedores ordinarios de la nobleza desmantelada; y estaba próximo el momento en que todos los acreedores reunidos iban á exigir la liquidación y la venta de castillos, granjas, bosques y tierras y á arrojar de allí al Conde despojado.

Carmesy le dijo: —¿Qué necesita usted? ganar tiempo. Mi adorable amiga, la de Reteuil, tiene sesenta y cinco años y, por desgracia, una salud delicada; su estado cardíaco nos preocupa mucho. Vendrá un día en que la heredará usted por su mujer, también, desgraciadamente, poco fuerte, y entonces podrá usted remediar el pasado.

¿Pero, hasta entonces?... Hasta entonces, conozco un grupo de hombres de negocios que le estiman y saben lo que valen, usted moralmente y sus haciendas financieramente; esos capitalistas se proponen comprar sus créditos y no exigen siquiera los intereses pasados, presentes y futuros, que se capitalizarán, sencillamente. Vendrán tiempos en que podrá usted pagar de una sola vez y quedar libre. Si esto conviene á usted,