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plausible. Los Carmesy querían «encajar» su hija á Jacobo, el cual no pedía otra cosa. ¿Con qué derecho y por qué motivo iba él á rehusar?

En tales condiciones, era natural y explicable que el Marqués, ducho en los negocios, tratase de defender lo que consideraba como los futuros bienes de sus hijos. No había ya ni una nube.

A consecuencia de lo cual, se establecieron entre las dos casas unas relaciones, cordiales primero é íntimas en seguida. Hacía mucho tiempo que Reteuil estaba conquistado.

En verdad, el Marqués desplegó inmediatamente la mayor actividad en el servicio de su amigo. No se veía más que á él en el ferrocarril entre París y la estación de la comarca. Juan, dichoso de dejar hacer y de olvidar las cifras se dormía en su tierra, donde, por otra parte, ya no se aburría.

Después del Marqués había venido la Marquesa y había realizado por su parte un milagro más asombroso todavía. Había despertado á la condesa Antonieta de su eterno sopor y por un extraño caso de magnetismo ó de sugestión, la había obligado á vivir, á volver á la luz y al ruido, sin frasco en la mano ni jeringa de Pravaz en el bolsillo..

La había resucitado, galvanizado y, acaso, exorci zado; y aquella semidemente, convertida en lúcida, había vuelto á tomar contacto con los que la rodeaban y reconocido á los suyos.

La antigua criada, de dura fisonomía, guardadorade las tradiciones había querido protestar, pero Adelaida había obtenido que la pusieran en la puerta.

Después de tal victoria, era evidente que lo podía in tentar todo.

Por otra parte, la Condesa, como su madre, no poEN LA PAZ.—9