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CRÓQUIS FUEGUINOS

— Yo conocí á Greenwood en 1891, á fines, dijo Oscar. Entónces andaba con un francés que no era Dón Nicolás... se llamaba... ¡espérese!

— ¡Poivre!... ¡Yo le conocí también: monsieur Poivre!... Dón Nicolas ya se habia muerto: es verdad. Fué con este con el que acompañamos las expediciones. Poivre era gaucho también y tenia la mania, de buscar carbón y kerosene. Cuando andaba en el desierto, no dejaba vericueto en que no se metiera y siempre llevaba un quillango de guanaco en que habia pintado un mapa con tinta de calafate... ¿No se lo vió alguna véz?

— ¿Cómo nó?... Conforme acampábamos se echaba al lado del fogón y se ponía á dibujar.

Y como á la madrugada debíamos penetrar, con la primera claridad, á la caleta que se abría ante nosotros y se perdía en el interior, franqueada por un murallón acantilado, abierto en la roca viva, nos fuímos á dormir, quedándose de guardia La Avutarda que tenia, entre muchas particularidades, la de velar durmiendo, pués estando sobre cubierta no había ruido insólito, por insignificante que fuera, que no le despertase.