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¡En la bella y feraz tierra, seducción del immigrante!
¡Llena está de miserandos
que en conventillos nefandos
viven una vida perra!"

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Lo dijo con tal unción,

que todo aquel que pasaba
lo observaba
con sugerente atención,
insólita y desusada;
y, el ánimo complacido, con interés se paraba,
penetrando la elocuente, verídica inspiración.
Y en el gris recogimiento de aquella tarde otoñal,
vehemente
resurge el credo fraterno;
credo al que el negro contraste
echa lastre
si el meditado raudal
de los fervientes amores
fustiga, cual a un tropel de cuervos, los resquemores
de todo este enmarañado y vetusto antro social.
"En esta sórdida vida,
irracional,
somos la carne que sacia
el vientre de] insondable y opresivo Capital,
hasta tanto otra desgracia
no nos hunda a un hospital.
Desvalidos,
siempre pálidos
van los hombres
del trabajo;
los que llevan en el rostro los estigmas del agravio,
todos ellos ¡desdichados! mal cubiertos por andrajos,