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LEOPOLDO LUGONES

he visto efectuarse entre la niebla y el lodo de la callejuela de Whitechapel, es una evocación viviente de las suburras y de los "ghettos". Podría aplicársele punto por punto la noticia romana o la crónica medioeval. La gente que circula por ellos, está revelando idéntica supervivencia de barbarie. Sus facciones expresan con una especie de dolorosa brutalidad, el tipo primitivo de la raza. Abundan los craneos y las mandíbulas que en la craneología de los museos caracterizan a la humanidad de las cavernas. Entre la basura de las callejuelas sórdidas aquellos individuos causan la impresión de ser basura a su vez. Recuerdo haber andado horas y horas por Whitechapel, sin encontrar una sola persona cuyo traje no indicara la doble o triple reventa. El mercado de pingajos tiene en París centros importantes, lo cual revela. el crecido número de gente que se viste con ellos: así los contornos de Saint Severin, el centro del Marais, la isla de San Luis, la zona trasera del Panteón y los alrededores de la plaza de Italia.

La feria de esos artículos desarróllase sobre más de un kilómetro de calle, en la avenida del mismo nombre. El calzado viejo y los comestibles forman los más abun-