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EL PROBLEMA FEMINISTA

dad suprema. Belleza, seguridad, salud, quietud. libertad, los mejores encantos de la vida egoísta, todo lo sacrifica la mujer madre al divino dolor de fructificar para la especie, con tanta frecuencia, ay de mí, bajo el riego único de las lágrimas.

Pero es que al reclamar la igualdad de derechos, sólo se piensa en ellos abstractamente: como si fueran una cosa que la ley puede dispensar "ad libitum", o los deberes humanos ejercer y disfrutar sin atención ninguna a sus diversas condiciones. Nadie ignora que sucede precisamente lo contrario. Los derechos son una consecuencia de aquéllas, provienen del carácter moral, intelectual, fisiológico, que reunidos determinan a su vez la actividad normal de los individuos; de manera que una actividad normal distinta de la masculina, ha de engendrar y exigir también distintos derechos. Y es lo que pasa. No basta la condición humana, pues los niños la presentan, y sin embargo, no tienen los mismos derechos que el adulto. Al contrario, cuanto más distintos sean al hombre y la mujer más profunda resultará la armonía social, más agradable la vida en común, y más fecunda sexualmente hablando; pues la acentuación del dimorfismo