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DON QUIJOTE.

aunque esta no lo sea, todavía ofenden mis castas orejas semejantes pláticas: lo que yo sé decir, señora mia, que ahora tenga valor ó no, el que tuviere ó no tuviere se ha de emplear en vuestro servicio hasta perder la vida; y así dejando esto para su tiempo, ruego al señor licenciado me diga qué es la causa que le ha traido por estas partes tan solo, tan sin criados y tan á la ligera, que me pone espanto.—A eso yo responderé con brevedad, respondió el cura: porque sabrá vuestra merced, señor Don Quijote, que yo y maese Nicolas, nuestro amigo y nuestro barbero, íbamos á Sevilla á cobrar cierto dinero que un pariente mio, que ha muchos años que pasó á Indias, me habia enviado, y no tan pocos, que no pasan de sesenta mil pesos ensayados, que es otro que tal, y pasando ayer por estos lugares, nos salieron al encuentro cuatro salteadores y nos quitaron hasta las barbas, y de modo nos las quitaron, que le convino al barbero ponérselas postizas, y aun á este mancebo que aquí va, señalando á Cardenio, le pusieron como de nuevo: y es lo bueno, que es pública fama por todos estos contornos, que los que nos saltearon son de unos galeotes, que dicen que libertó casi en este mesmo sitio un hombre tan valiente, que á pesar del comisario y de las guardas los soltó á todos: y sin duda alguna él debia de estar fuera de juicio, ó debe de ser tan grande bellaco como ellos, ó algun hombre sin alma y sin conciencia, pues quiso soltar al lobo entre las ovejas, á la raposa entre las gallinas, á la mosca entre la miel: quiso defraudar la justicia, ir contra su rey y señor natural, pues fué contra sus justos mandamientos: quiso, digo, quitar á las galeras sus piés, poner en alboroto la Santa Hermandad, que habia muchos años que reposaba: quiso finalmente hacer un hecho, por donde se pierda su alma y no se gane su cuerpo. Habíales contado Sancho al cura y al barbero la aventura de los galeotes, que acabó su amo con tanta gloria suya, y por esto cargaba la mano el cura refiriéndola, por ver lo que hacia ó decia Don Quijote: al cual se le mudaba la color á cada palabra, y no osaba decir que él habia sido el libertador de aquella buena gente.—Estos, pues, dijo el cura, fueron los que nos robaron, que Dios por su misericordia se lo perdone al que no los dejó llevar al debido suplicio.