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DON QUIJOTE.

ficientes razones la poca ó ninguna culpa que ha tenido en la muerte de Grisóstomo, y cuán agena vive de condescender con los deseos de ninguno de sus amantes: á cuya causa es justo, que en lugar de ser seguida y perseguida, sea honrada y estimada de todos los buenos del mundo, pues muestra que en él ella es sola la que con tan honesta intencion vive.=O ya que fuese por las amenazas de Don Quijote, ó porque Ambrosio les dijo que concluyesen con lo que á su buen amigo debian, ninguno de los pastores se movió ni apartó de allí, hasta que acabada la sepultura, y abrasados los papeles de Grisóstomo, pusieron su cuerpo en ella, no sin muchas lágrimas de los circunstantes. Cerraron la sepultura con una gruesa peña en tanto que se acababa una losa que, segun Ambrosio dijo, pensaba mandar hacer con un epitafio, que habia de decir desta manera:

Yace aquí de un amador
El mísero cuerpo helado,
Que fué pastor de ganado,
Perdido por desamor.
Murió á manos del rigor
De una esquiva hermosa ingrata,
Con quien su imperio dilata
La tiranía de amor.

Luego esparcieron por cima de la sepultura muchas flores y ramos, y dando todos el pésame á su amigo Ambrosio, se despidieron dél. Lo mesmo hicieron Vivaldo y su compañero, y Don Quijote se despidió de sus huéspedes y de los caminantes, los cuales le rogaron se viniese con ellos á Sevilla, por ser lugar tan acomodado á hallar aventuras, que en cada calle y tras cada esquina se ofrecen mas que en otro alguno. Don Quijote les agradeció el aviso y el ánimo que mostraban de hacerle merced, y dijo que por entonces no queria ni debia ir á Sevilla, hasta que hubiese despojado todas aquellas sierras de ladrones malandrines, de quien era fama que todas estaban llenas. Viendo su buena determinacion, no quisieron los caminantes importunarle mas, sino tornándose á despedir de nuevo, le dejaron, y prosiguieron su camino, en el cual no les faltó de que tratar, así de la historia de Marcela y Grisóstomo, como de las locuras de Don Quijote, el cual determinó de ir á buscar á la pastora Marcela, y ofrecerle todo lo que él podia en su servicio. Mas no le avino como él pensaba, segun se cuenta en el discurso desta verdadera historia, dando aquí fin la segunda parte.