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Segunda parte de don

co, y alli ſin plegar lloroſos ojos, embeuecido, y tranſportado en ſus penſamientos, le hallò el Sol â la mañana. Y qual ay, que ſin dar vado, ni tregua à ſus ſuſpiros, en mitad del ardor de la mas enfadoſa ſieſta del Verano, tẽdido ſobre la ardiente arena, embia ſus quexas al piadoſo cielo: y deſte, y dè aquel, y de aquellos, y deſtos, libre, y deſenfadadamente triunfa la hermoſa Marcela. Y todos los que la conocemos, eſtamos eſperando en q̃ ha de parar ſu altiuez, y quiẽ ha de ſer el dichoſo que ha de venir a domeñar cõdiciõ tan terrible, y gozar de hermoſura tan eſtremada. Por ſer todo lo que he contado tan aueriguada verdad, me lo doy à entender, que tãbien lo es la que nueſtro çagal dixo, que ſe dezia dela cauſa de la muerte de Griſoſtomo. Y aſsi os aconſejo ſeñor, q̃ no dexeys de hallaros mañana a ſu entierro, q̃ ſerà muy de ver, porq̃ Griſoſtomo tiene muchos amigos, y no eſtà deſte lugar, â aquel donde manda enterrarſe, media legua. En cuydado me lo tengo, dixo don Quixote, y agradezcoos el guſto que me aueys dado con la narraciõ de tan ſabroſo cuento. O, replicò el cabrero, aun no ſe yo la mitad de los caſos ſucedidos à los amantes de Marcela, mas podria ſer que mañana topaſſemos en el camino algun paſtor que nos los dixeſſe: y por aora bien ſerà q̃ os vays á dormir debaxo de techado, porque el ſereno os podria dañar la herida, pueſto q̃ es tal la medicina que ſe os ha pueſto, q̃ no ay que temer de contrario accidente. Sancho Pança, q̃ ya daua al diablo el tanto hablar del cabrero, ſolicitò por ſu parte, q̃ ſu amo ſe entraſſe á dormir en la choça de Pedro. Hizolo aſsi, y todo lo mas de la noche ſe le paſsò en memorias de ſu ſeñora Dulcinea, à imitacion de los amantes de Marcela. Sancho Pança ſe acomodó, entre Rozinante, y ſu jumento, y durmio no como enamorado desfauorecido, ſino como hõbre molido à cozes.