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El hombre mediocre

medios: los hombres que poseen un «talento genial», como Bismark, Mozart ó Spencer; pero eso no impide la distinción de ambos tipos. Prácticamente un vegetal difiere de un animal y un hombre de un gorila, aunque existan especies intermediarias. Ambos convienen igualmente al progreso humano. Su labor se integra. Se complementan como la hélice y el timón: el talento trepana sin sosiego las olas inquietas y el genio marca el rumbo hacia imprevistos horizontes.

La obra de Ameghino es creadora: eso la caracteriza. Donde no hay creación no hay genio. Crear es inventar. Ya lo expresó Voltaire. El genio revélase por una aptitud inventiva ó creadora aplicada á cosas vastas ó difíciles. En la vida social, en las ciencias, en las artes, en las virtudes, en todo, se manifiesta con anticipaciones audaces, con una facilidad espontánea para salvar los obstáculos entre las cosas y las ideas, con una firme seguridad para no desviarse de su camino. En ciertos casos descubre lo nuevo; en otros acerca lo remoto y percibe relaciones entre las cosas distantes, como lo definió Ampère. Ni consiste simplemente en inventar ó descubrir: las invenciones que se producen por casualidad, sin ser expresamente pensadas, no requieren aptitudes geniales. El genio descubre lo que escapa á siglos ó generaciones, las leyes que expresan una relación entre las cosas: induce lo inesperado, señala puntos que sirven de centro á mil desarrollos y abre caminos en la infinita exploración de la naturaleza.