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El hombre mediocre

ra posible en organismos minados por las carcomas de la juventud y los almibaramientos de la vejez.

Es natural que muera con cada uno su piara: túrnanse muchas en cada era de penumbra. La mediocridad las tira como viejos naipes cuyas cartas ya están marcadas por los tahures, entrando á tallar con otros nuevos, ni mejores ni peores. Los dignos, ajenos á la partida cuyas trampas ignoran, se apartan de todas las piaras, esperando otro clima ó preparándolo. Y no manchan sus labios nombrando á los arquetipos: sería, acaso, inmortalizarlos.