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El hombre mediocre

IV.—La aristocracia del mérito.

La degeneración mediocrática, que caracteriza Faguet como un «culto de la incompetencia», no depende del régimen político, sino del clima moral de las épocas decadentes. Cura cuando desaparecen sus causas; nunca por reformas legislativas, que es absurdo esperar de los propios beneficiarios. En vano son ensayadas por los tontos ó simuladas por los bribones: las leyes no crean un clima. El derecho efectivo es una resultante concreta de la moral.

La apasionada protesta de los individualistas puede ser un grito de alarma, lanzado en la sombra; pero el ensueño de enaltecer una mediocracia resulta ilusorio en las épocas de domesticación moral y de hartazgo. Las facciones prefieren escuchar el falso idealismo de sus fetiches envejecidos, como si en viejos odres pudiera contenerse el vino nuevo. Hay que esperar mejores tiempos, sin pesimismos excesivos, con la certidumbre de que la reacción llega inevitablemente á cierta hora: los hombres superiores la esperan custodiando su dignidad y trabajando para su ideal. Cuando la mediocridad agota los últimos recursos de su incompetencia, naufraga. La catástrofe devuelve su rango al mérito y reclama la intervención del genio.

El mismo encanallamiento mediocrático contribuye á restaurar, de tiempo en tiempo, las fuerzas vitales de cada civilización. Hay una vis me