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El hombre mediocre

que no perdonan las mediocracias. Muere Gilbert; muere Chatterton; muere Andrés Chenier. Los tres son asesinados por los gobiernos, con arma distinta según los regímenes. El idealista es inmolado en los imperios absolutos lo mismo que en las monarquías constitucionales y en las repúblicas democráticas. Quien vive para un ideal no puede servir á ninguna mediocracia. Todo conspira allí para que el pensador, el filósofo y el artista se desvíen de su ruta; cuando se apartan de ella la pierden para siempre.

Temen por eso la política, sabiendo que es el Walhala de los mediocres. En su red pueden caer prisioneros. Pero cuando reina otro clima y el destino los lleva al poder, gobiernan contra los serviles y los rutinarios: rompen la monotonía de la historia. Sus enemigos lo saben; nunca un genio ha sido encumbrado por una mediocracia. Llegan contra ella, á desmantelarla, cuando se prepara un porvenir.


III.—Demagogos y aristarcos.

El progresivo advenimiento de la democracia, desde el ignominioso escándalo de la Bastilla hasta el arrebañamiento actual de los lacayos en rebeldía, ha mentido la igualdad de los más para impedir la culminación de los mejores. Es indiferente que se trate de monarquías ó repúblicas. El siglo XIX ha unificado el régimen político, en su