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José Ingenieros

III.—Los roedores de la gloria: la crítica.

Todo el que se siente capaz de crearse un destino con su talento y su esfuerzo está inclinado á admirar el esfuerzo y el talento en los demás; el deseo de la propia gloria no puede sentirse cohibido por el legítimo encumbramiento ajeno. El que tiene méritos sabe lo que cuestan y los respeta; estima en los otros lo que desearía se le estimara á él mismo. El mediocre ignora esa admiración abierta; muchas veces se resigna á aceptar el triunfo que desborda las restricciones de su envidia. Pero aceptar no es amar. Resignarse no es admirar.

Los espíritus alicortos son malévolos; los grandes ingenios son admirativos. Éstos saben que los dones naturales no se transmutan en talento ó en genio sin un esfuerzo, que es la medida de su mérito. Saben que cada paso hacia la gloria ha costado trabajos y vigilias, meditaciones hondas, tanteos sin fin, consagración tenaz, á ese pintor, á ese poeta, á ese filósofo, á ese sabio; y comprenden que ellos han consumido acaso su organismo, envejeciendo prematuramente; y la biografía de los grandes hombres les enseña que muchos renunciaron al reposo ó al pan, sacrificando el uno y el otro á ganar tiempo ó comprar un libro para iluminar sus reflecciones. Esa conciencia de lo que el mérito importa, lo hace respetable. El envidioso, que lo ignora, ve el resultado á que otros