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El hombre mediocre

fesarse inferior a él. Acumulan rumbosos artificios para alucinar las imaginaciones domésticas; rodéanse de lacayos, adoptan pleonásticas nomenclaturas, centuplican los expedientes, pavonéanse en trenes lujosos, navegan en complicados bucentauros, sueñan con recepciones allende los océanos. Ofrecen ambos flancos a la risueña ironía de los burlones, poniendo en todo cierta fastuosidad de segunda mano, que recuerda las cortes y señoríos de opereta. Su énfasis melodramático cuadraría a personajes de Hugo y haría cosquillas al egotismo volteriano de Stendhal.

En su adonismo contemplativo no cabe la ambición, que es enérgico esfuerzo por acrecentar en obras los propios méritos. El ambicioso quiere ascender, hasta donde sus propias alas puedan levantarlo; el vanidoso cree encontrarso ya en las supremas cumbres codiciadas por los demás. La ambición es bella entre todas las pasiones, mientras la vanidad la envilece; por eso es respetable en los genios y ridícula en los tontos.

Empavónanse de permanentes altisonancias. Sospechan que existen ideales y se fingen sus sostenedores: incurren siempre en los más conformes a la moral de su mediocracia. Sospechan la verdad, a veces, porque ella entra a todas partes, más sutil que la adulación; pero la mutilan, la atenúan, la corrompen, con acomodaciones, con muletas, con remiendos que la disfrazan. En ciertos casos, la verdad puede más que ellos; salta a la vista a pesar suyo y es su castigo. Se paramentan de buenas intenciones cuando menos fuerzas van teniendo para convertirlas en actos; la innata pavada se trasunta en sus parloteos puritanos. Tórnase cómica la ineptitud en su disfraz de idealismo; son deleznables los vagos principios que aplican a compás de oportunistas conveniencias. El tiempo descubre a los que tienen la moral en pieza, para mostrarla, aunque de su paño jamás corten un traje para cubrir su mediocridad.

Son tributarios del séptimo pecado capital: en su impotencia hay pereza. Renuncian la autoridad y conservan la pompa; aquélla podría bruñir el mérito, ésta adorna la vanidad. Gustan de holgar; desisten de hacer lo muy poco