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convertir a un hombre corriente en un buen camarero! Un hombre corriente posee aptitudes para trabajos naturales, su aspecto es natural, y en un camarero todo lo que sea natural debe estar oculto. Todo en él debe ser artificial, camareril, propio, más que de un hombre, de una máquina deservir a la mesa. Fuera del restorán puede un camarero conducirse como los demás seres humanos; pero mientras está sirviendo no debe olvidarse ni un instante de su papel, como un actor en escena. En los restoranes elegantes, sobre todo, el camarero debe tomar dicho papel no menos en serio que un actor concienzudo el de bandido o el de rey. El maître d'hotel, entre nosotros, es una especie de actor principal. Debe sondear con los ojos al cliente para conocerlo a fondo y no engañarse.

Su responsabilidad es enorme. Debe saber de qué manera hay que tratar a cada cliente, de qué manera hay que hablarle. Al mismo tiempo, sus palabras y sus movimientos deben ser muy dignos.

A los clientes les gusta eso. Les satisface mucho que el maître d'hotel parezca un diplomático.

Su estatura ha de ser elevada y su figura majestuosa. No se concibe un maître d'hotel bajo.

Tampoco puede ser delgado. Los clientes no le tendrían el menor respeto, y, además, no le distinguirían entre los otros empleados de la casa.

Debe andar por el comedor con la soltura de un parroquiano; pero, al mismo tiempo, ha de procurar que los parroquianos no se crean que, eli efecto, lo es.