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EL ROBINSON SUIZO.

de memoria las ordenanzas del rey ¿qué necesidad tenian de oirlas repetir tanto? Los más se eximian de una manera más culpable, pretextando las faenas y cuidados que les retenian en su casa, y casi la totalidad opinaba que aquel dia llamado de descanso estaba destinado á los placeres y diversiones; que el mejor modo de servir al gran rey era gozando de sus beneficios en toda su plenitud, y hasta entre los pocos colonos que celebraban ese dia con arreglo á la prescripcion, se les veia distraidos y poco atentos á la verdadera y sólida instruccion que se les daba.

«Invariante en su plan el gran rey, seguia su marcha: de tiempo en tiempo aparecian en las costas de la isla diferentes buques á los que seguia en conserva un navío de tres puentes llamado Grab [1] con las insignias del almirante Tod [2] que lo montaba. Esa enseña era verde y negra, la cual demostraba á los colonos, segun la disposicion en que se encontraban, ó el color de la esperanza ó el de la desesperacion más negra.

«Esta flota se presentaba siempre de improviso, y su aparicion era temida de los habitantes de la isla.

«Por escondidos que estuviesen, el almirante en seguida encontraba á los que tenia órden de llevarse. Infinitos colonos sin saber cómo ni cuándo súbitamente se vieron presos y embarcados en el fúnebre navío; otros, que desde largo tiempo estaban dispuestos á partir para cuando este llegase, cuyas tierras, mieses, huertas y plantíos se encontraban florecientes, se embarcaban con cierta resignacion, alegres y esperanzados; miéntras que aquellos iban de mal talante y tan á remolque que era preciso á veces emplear la fuerza para conducirlos, siendo inútil su resistencia. Una vez cargado el navío zarpaba encaminando el rumbo de la escuadra el almirante Tod al puerto de Villa celeste.

«El gran rey estaba en el muelle para recibir á los recien venidos y repartir con la más estricta y severa justicia los castigos y recompensas ofrecidos á cada uno segun sus obras. Cuantas excusas alegaron los colonos negligentes para su justificacion fueron inútiles, y sobre la marcha se les mandó á los arsenales ó las minas, miéntras que aquellos cuya conducta se ajustara á las miras del gran rey durante su permanencia en la isla, entraron con él en su espléndida residencia, donde gozaron de todas las dichas y felicidades reservadas á sus moradores.»

He concluido mi parábola, hijos mios, ¡ojalá, añadí, hayais podido penetrar su sentido y aplicar la moral cristiana que encierra!

Mi esposa contestó con una señal de cabeza, y mis hijos, cuya atencion y recogimiento al escucharme me indicaron que todos habian comprendido la alegoría, comenzaron á discurrir acerca de lo que habian oido.

—Es preciso convenir, papá, dijo Federico, que la bondad del rey no fue ménos que la ingratitud de los colonos.

  1. La tumba.
  2. La muerte.