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EL ROBINSON SUIZO.

aguardaba en la playa, impaciente por saber el resultado de nuestro viaje. Fuímos recibidos con la mayor alegría, alabando mi esposa la prudente conducta observada en la primera entrevista, y que no hubiésemos querido presentarnos á los extranjeros con tan mezquino aparato como el del caïack groelandes.

—A la verdad, añadió riéndose, hubiera sido una vergüenza mostrarse tan miserables y pequeños cuando podemos representar el papel de una potencia. Es preciso aparejar el mayor de nuestros barcos y salir al encuentro de ese capitan inglés que nos toma por infelices náufragos ó por indios bravos.

Accedí sonriéndome á la oportuna vanidad de mi esposa, disponiendo que para el dia siguiente estuviese lista la pinaza á fin de trasladarnos todos al fondeadero donde se hallaba anclada la nave inglesa.

Estábamos en vísperas de un grande y solemne acontecimiento que iba á cambiar por completo nuestros futuros destinos. La mayor agitacion reinaba en la colonia. Unos á otros se sucedian los planes más extravagantes; era un conflicto de voluntades opuestas, de proyectos, de deseos cuya tendencia era la misma, pero cuyo desarrollo variaba hasta lo infinito. No parecia sino que dentro de un cuarto de hora nos daríamos á la vela para regresar á Europa.

Sin participar yo del general entusiasmo que enloquecia á los muchachos, mi posicion en semejantes circunstancias no dejaba de ser crítica por las naturales consecuencias del acontecimiento hasta entónces con tanto afan esperado. No era para mí indiferente renunciar de pronto á la vida tranquila y patriarcal á que estaba acostumbrado, en vista de la campiña y los plantíos que tantos afanes me costaban, de las construcciones que mis manos y mi ingenio habian elevado, de los numerosos establecimientos que ya me eran queridos y de los que me causaria honda pena desprenderme por considerarlos como otros tantos hijos de mi laboriosidad. A mi esposa por otra parte quizá la repugnaria aventurarse de nuevo á los azares de otra larga navegacion. En fin, ideas las más extrañas se agolparon á mi cerebro, hasta que por último, reconociendo mi insuficiencia para tomar una decision cualquiera, me puse en manos de Dios, á quien elevé una ferviente plegaria á fin de que me inspirase la resolucion más conforme con los intereses y venturoso porvenir de mi familia.

Sin embargo, en todo esto habia mucho de prematuro. Aun no nos constaban en definitiva las buenas disposiciones del buque inglés hácia nosotros, ni podíamos calcular los recursos y servicios que su venida nos proporcionaria.

Todo el dia siguiente se pasó en equipar de los necesario la pinaza, cargándola de diferentes objetos destinados como regalo al capitan para mostrarle que los que juzgaba ignorantes y salvajes no eran extraños á los hábitos de la civilizacion. Algunas otras tareas ocuparon la mañana del otro dia, y al principiar la tarde se verificó el embarque, desplegando la escuadra majestuosamente sus velas. El tiempo era magnífico y el mar estaba tranquilo como una balsa. Federico en el caïack nos guiaba, con la piragua á remolque. Ernesto, Santiago