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CAPÍTULO XXXIX.

—Diga V., papá, añadió Franz, ¿y se comen las serpientes? porque en ese caso, con esta tendríamos para una semana.

—¡Qué asco! prorrumpió unánimemente la familia con el mayor disgusto.

—Creo que lo mejor será disecarla, llenándola de paja, dijo Federico.

—Sí, sí, añadió Santiago; y la pondrémos á la puerta de la cueva para asustar á los animales dañinos y á los antropófagos que vinieran á molestarnos.

—Verdad es, respondí; pero al propio tiempo asustaria á los animales domésticos, lo cual no tiene cuenta. Su verdadero puesto es en la biblioteca, donde hará muy buen papel al lado de las ramas de coral y con las magníficas conchas que ya tenemos reunidas.

—Sí, y con el ginsen, interrumpió Ernesto riéndose; con esa yerba sagrada de los chinos.

Al oirlo no pude ménos de reprender al sabio el desden que demostraba por el museo naciente, y miéntras me esforzaba en probarle que las más ricas y bellas colecciones de Europa comenzaron como la nuestra, la madre volvió á traer á colacion la pregunta de Franz sobre si se podria comer ó no la serpiente.

—El boa, respondí, no es venenoso, y aun cuando lo fuera no habria riesgo alguno en comerle. Los salvajes se comen hasta las serpientes de cascabel, reputada como el más venenoso de todos los reptiles, y no tienen reparo alguno en alimentarse de animales muertos con sus flechas emponzoñadas.

—Igual es, añadió la madre; pero jamás tendria yo ese valor.

—¡Una preocupacion, la dije, como otra cualquiera! En cuanto á mí, careciendo de otro alimento más en armonía con nuestros hábitos, por aprension sola no dejaria de comer una buena tajada del boa.

Oportuna era la coyuntura para dar á mis hijos una leccion de historia natural sobre las serpientes; y así fuí respondiendo con el mayor gusto á cuantas preguntas me dirigieron acerca de este objeto; y á propósito, referíles que varios cerdos que de resultas de un naufragio quedaron abandonados en una isla de la América del Norte, infestada de tal manera de serpientes de cascabel, que nadie se atrevia á abordarla despues de haberse multiplicado, lograron aniquilarlas cebándose con ellas hasta que no quedó ninguna.

Ernesto quiso saber si era cierto que esta serpiente tenia la propiedad de fascinar las aves que volaban á su alrededor, atrayéndolas con su hálito.

—Autores graves, le respondí, sostienen esta opinion; pero es probable que la fascinacion que se supone en la serpiente de cascabel consista únicamente en el instintivo terror que causa á sus víctimas, y no en la fuerza de su hálito [1].

    les permiten sostenerse algunos instantes en el aire. Hay cinco ó seis especies de ellos, y todas inofensivas.

  1. Las serpientes de cascabel ó crotalos son de muchas especies que pertenecen al grupo de los ojidios, cuya cola termina por una serie de piezas córneas múltiples sobrepuestas unas á otras, y que cuando las agita producen el sonido de un cascabel. (Nota del Trad.)