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delicia de su carne amorosa, purpureando en sus cabellos el clavel popular, suscitando con esos ojos, que evocaban melancolías de lunas agarenas, lampos de navajas y candencias de piropos.

A ese impulso inspirador, que la verba improvisadora de los gitanos estimulaba, tuvo aquella mujer su. poesía. La musa plebeya realizó en su honor, lo que no pudo el estro de los retóricos. Coplas mil nacieron, al sonar su chapín destalonado en las aceras que desdeñaba el brodequín de la duquesa; y la única poesía erótica de España, la que aun vive con su gracia original, cuando ya nadie menciona los atildados perifollos de academia, es fruto de su cuerpo.

La tristeza morisca, bien cultivada en aquel ambiente de opresión, impregnó tanto á esa poesía como á la mujer de quien ella emanaba, siendo éste otro rasgo genérico del femenino español. Los celos, más vivos también en el alma inculta, dieron á tales efusiones su elocuencia desesperada. El amante en sus coplas, si ofrece la vida, en cambio amenaza con la muerte. Las melodías arábigas, cuyas quejas y suspiros cesan apenas de alternarse, para traducir en ayes los aullidos del desierto,