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XXVIII — Juicios críticos.

¿A qué decir el interés con que ha de ser leida y buscada esta segunda parte de «Martin Fierro»?


«La Capital» — Rosario, Octubre 11 de 1878.


Sr. D. José Hernandez.

Estimado señor y amigo:

He leído y releído con placer la original y preciosa historia de Martin Fierro, con que ha tenido la bondad de obsequiarme.

Es una bellísima obra, y lo mejor que he visto en su género.

Su lectura, interesante por la verdead de los cuadros, por la sencillez y naturalidad de la narración, por la ternura del sentimiento, por la propiedad del colorido, nada deja que desear al lector ilustrado, ó cuyo gusto no esté pervertido por la lectura de las novelas inmorales y absurdas de que está plagada nuestra sociedad.

Martin Fierro, es una creación verdadera, de que debe enorgullecerse la literatura de su país, y que acaso no será comprendida, ni estimada en lo que vale, porque no debe su existencia á un nombre inglés, francés ó yankée, á uno de esos nombres de celebridad acaso inmerecida, pero ruidosa, que atestan el mundo de necedades, y que el mundo recoje y aplaude como si fueran bellezas reales. -¿Por qué esta fatalidad? porque nadie se crée ilustrado si no habla de lo que no entiende, si no aplaude lo que es desatinado y absurdo, pero que tiene el raro mérito de haber nacido muy lejos del país, y de autor estrepitoso y extranjero.

Los yankees nos dieron á este respecto un ejemplo digno de imitación, pero que por ser bueno no imitaremos.

Tuvieron un escritor nacional, Fenimore Copper, que con sus sencillas novelas, dió impulso á su naciente literatura. Esas novelas, puramente locales, y destituidas de la intriga del argumento y del brillante estilo que caracteriza á las francesas, entre nosotros, hubiesen muerto; entre los yankees vivieron!

Los yankees tuvieron el buen sentido de comprender su mérito, de mirarlas como parte de su genio y de su gloria, de honrarse y de enorgullecerse con ellas, y elevándolas á la categoría de bellas obras, las esparcieron por todo los países: y hoy, esas novelas al parecer tan simples y modestas ocupan un lugar distinguido en todas las bibliotecas públicas y particulares de los dos continentes.

¿Y de qué trataban esas novelas? precisamente de lo que trata Martin Fierro; de la naturaleza, de la vida, de esas costumbres de un pueblo nuevo — ¿Y valen mas los cuadros de esa naturaleza, de esa vida, de esas costumbres que trazó la pluma educada de Fenimore Copper, en prosa que lo que la inculta de Martin Fierro trata con tan graciosos y sencillos versos? No! ¿Por que entonces esa diferencia? Porque Copper nació en un país donde se tiene orgullo en ser yankée, y en preferir lo propio a lo ageno: y Martín Fierro en otro, en donde casi es vergüenza haber nacido en él, y en donde se desdeña lo de casa por bueno que sea, para tomar y aplaudir lo ageno aunque no valga nada.

Este triste y doloroso paralelo entre la suerte de lo nuestro y de lo ageno, me indujo á leerlo de nuevo, temiendo que la sorpresa de la novedad en el primer momento hubiera exajerado mis apreciaciones, pero estas se robustecieron, y me dieron por resultado las siguientes, que someto al criterio de cuantas personas sensatas lo vean.

Martin Fierro no solo es un tipo característico de la población semi-nómade de la República Argentma, ó sea da la base de su nacionalidad, puesto que es la mas numerosa, que con ella se obtuvo su independencia, con ella se cuenta para mantenerla, y con ella se guardan las fronteras contra los indios, motivo mas que suficiente para que tuviera las simpatías de todas las gentes ilustradas; sino que es también otra cosa mas elevada. —Para el vulgo, para los que no comprenden lo que leen— y entre estos, hay mucha gente de pró — solo es una historieta gauchesca, buena cuando mas para ser