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Raquel Camaña

ligioso fué, para él, una pasión que duró cuatro años.

Faltándole la afectividad inteligente de la madre, entregóse por entero a la religión y a la amistad..

Ante Emilio, un jovencito enfermizo, inteligente y bueno, Roberto irradió su ser entero. Mostróse tal cual era, y fué querido. En casa del amigo reanudó el placer de las lecturas vedadas; Hugo, Lamartine, de Lisle, Balzac, Heine, y, sobre todo, Musset, fueron devorados.

32 Identificóse con "Rolla". Su sensibilidad enfermiza aprendió a despreciar las virtudes modestas, patrimonio de una intelectualidad inferior. Aplicó a la religión su demoledor espíritu de crítica y volvió a surgir ante él la duda: "¿Por qué papá no iba a misa?" La falsa aureola con que el romanticismo rodeó a determinados vicios, deslumbró al joven. Leyendo, asimilaba con el pensamiento las intensas emociones, los placeres morbosos.

Esta intoxicación literaria y su consecuencia, una sensibilidad imaginativa intensísima en 'a época del crecimiento, determinó en Roberto una crisis sensual que lo hizo gozar y sufrir, desear siempre más y padecer acerbos remordimientos.

En las horas de calma estudiábase a sí mismo.

Constató la multiplicidad de personalidades que revestía inconsciente, naturalmente. Para su malre era el hijo sumiso, obediente, virtuoso; para Emilio era el exaltado que se transfiguraba sin cesar arrastrado por la pasión; para sus profesores era el estudioso infatigable, sin ambiciones venales; para su amante era un niño con deseos insaciables; para su director espiritual era un alma elegida que buscaba la verdad iluminada por la fe.

Y dentro de sí mismo veía a su yo subjetivo vivir con mayor intensidad todas esas vidas y muchas más, merced al desarrollo indomable de su imagina-