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E STELLA

Realmente, parece el retrato de alguna amiga de María Antonieta

En esa gran vitrina, Máximo o una cantidad de objetos que eran Pécuerdos de familia, muchos de ellos curiosos por su antigitedad y riqueza.

—¿X este libro? preguntó Alex, tomando

ensus manos uo pequeño, muy usado, de tapas negras, que llamó su atención por el contraste de su indigencia con la riqueza de todo lo demás que lo rodeaba, dentro de aquel mueble, —Es el devocionario de la tía que me sir- de madre, un alma mística, y que había sido anteriormente el libro de oraciones de su madre.—Tomó después una caja redonda de oro y cristal con perlas desiguales incrus- tadas, y se la presentó. La bombonera de mí abuela, coqueta y lujosa dama de antaño, siempre á la vanguardia de la moda..... ¿Pero qué le interesa tanto en ese devocionario?

—Una coiucidencia, Yo «conservo un libro igual, feo y viejo también, que perteneció á un extraño á quien venero, sin embargo. Es el libro de horas de un cura de aldea. -

—¡Por Dios, Alex, interrumpió Máximo, apretándose la cabeza con finjida afición, porque lo entretenía discutir con ella, no vaya A recitarme las fábulas devotas de mi ber- mana Dolores! Entre sus santos y los próce- res de Linares, no sé cuáles son más aburri- dee Estoy de santos y de mártires hasta