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—Será lo que te parezca. Pero, ¿quieres un consejo, Mauricio, para completar los otros, que son salvadores?

—Venga el consejo.

—«Andate» de Buenos Aires. Eulalia está delicada, el invierno amenaza ser crudo. Llévatela á un rincón del Norte, ó á Río de Janeiro, si prefieres la ciudad al campo, y espera los sucesos.

—No puedo. Tengo compromisos. Por mucho que justificara mi ausencia, sería una deserción.

Me quedaré aquí, á pie firme.

—¡Compromete su porvenir!

—No crea viejito. Tengo uñas para salir del paso. Ya verá. ¡Y nadie podrá decir nunca que Mauricio Gómez Herrera es un traidor ni un cobarde!


XII

La revolución estalló, porque al pueblo no le quedaba un centavo ni crédito con qué substituirlo.

Yo era ya, oportunamente, en aquel momento, una «persona formal» porque había logrado que nadie se ocupara de mí. Y en la difícil emergencia, me dije:

—Hay que prepararse á echar piel nueva.

Callemos como muertos y veamos venir. Yo no hago nada malo. La política es una serie de accidentes en los que uno debe «poder ser útil ó utilizable», y demostrarlo, aunque sea de un modo pasivo. La sociedad dice: Sé rico, ten influencia, y triunfarás. La religión actual dice lo mismo, exigiendo, como la sociedad, que se le guarden las formas. Yo soy rico, ó mejor dicho, tengo todas las probabilidades y todas las apariencias de tal. Soy rico por mi mujer, y rico por mí mismo, si es cierto lo que dice