DIARIO DE UNA COMEDIANTA 23
¿Qué sucede? Lidia sale a tomar noticias y re- gresa con los ojos aterrorizados.
Hay, efectivamente, en el patio, manifestantes que gesticulan y que golpean al portero. El des- dichado está pálido como un cadáver: acaba de ver dos dedos cogidos por una puerta. No se sabe a punto fijo qué quieren esas gentes.
Creo que vienen a registrar y a visitar... los techos. Protopopof, el ministro del Interior, hizo colocar ametralladoras en las azoteas, con agen- tes de Policía para servirlas; hombres a quienes se ha apodado irónicamente los faraones, que significa servidores del rey Faraón.
Es imposible saber con precisión lo que suce- de. Se oye solamente algunos rumores que pa- recen alegres, como si esos miserables hubieran encontrado lo que buscaban.
Vociferando se precipitan hacia la salida.
Lidia asegura que encontraron sobre el techo dos faraones con una ametralladora y que se los llevaron,
Nadie dudaba que la casa sirviera como pues- to de tiro.
Las tres quedamos agobiadas.
Ahora hay un gran silencio... Pasó la tromba. Lidia se aventura a despejar una ventana y a en- treabrir poco a poco las persianas. La calle ha vuelto a la calma y está desierta.
Pero este piso bajo es inhabitable en medio úe