DIARIO DE UNA COMEDIANTA 113
tiempo de cubrirse con un gabán. Es una cruel- dad completamente inútil. Sólo se ha tolerado que lleve consigo a su secretario, un inglés ab- negado que nunca le abandona.
El hermano del zar viaja en un carro del ser- vicio de ganaderos.
A 20 de Marzo.
El señor Leljanof, el gran peletero de Petro- grado, acaba de relatarme el hecho siguiente, que es muy significativo.
Un artillero, a quien Lelianof tiene empleado en su casa de comercio, o mejor dicho, recogido caritativamente, porque se halló sin recursos a su vuelta del frente, ha recibido, en estos días, una carta en la que se le invita para ir a recibir 1.800 rublos.
Se queda admirado, porque no tiene ninguna herencia en perspectiva, ni sabe que exista pro- tector alguno suyo.
Encantado por esa dádiva inesperada, parte para recibir el dinero.
La convocatoria emanaba del Comité de su regimiento, que estaba distribuyendo entre to- dos los antiguos una hermosa suma que prove- nía de la venta a los alemanes de cañones, mu- niciones y algunos efectos de dicho regimiento.