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No hubo respuesta a su llamada, entonces empujó la puerta hasta abrirla y entró.

Era una casa muy desorganizada, pero un fuego brillante ardía en el fogón y sobre éste colgaba una olla grande y negra de sopa hirviendo, mientras que en la mesa cercana habían tres tazones amarillos de diferentes tamaños.

"Un tazón grande para Papá Oso, un tazón mediano para Mamá Osa y un tazón pequeño para el Pequeño Osito", dijo Ricitos de Oro.

"Esa sopa huele bien", dijo ella, "pero ¡oh! ¡qué casa tan desorganizada! La pondré en orden mientras espero que los osos regresen."