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DAVID COPPERFIELD.

dre de mi niñez; el niño que tenia en sus brazos era yo mismo... tal como habia sido en otro tiempo... durmiendo para siempre, apoyado en su corazon...


IX


DONDE SE VE QUE ME DESCUIDAN Y ME DESCUBREN UNA CONDICION.

— Peggoty, os doy un mes de plazo para que podais buscar otra colocacion.

Hé aquí el primer acto administrativo de miss Murdstone al dia siguiente del entierro, no bien el primer rayo de sol entró por las ventanas de casa. Por desagradable que fuese servir á Mr. Murdstone y á su hermana, estoy convencido que Peggoty hubiese preferido quedarse en casa á no tener que buscar otra colocacion, aun cuando no hubiera sido mas que por mí.

La pobre muchacha me notició que debiamos separarnos, y nos dimos mútuamente el pésame con toda sinceridad.

No se habló una palabra de mí ni de mi porvenir; tampoco se dió paso alguno. Me atrevo á creer que hubieran sido muy felices á haber podido despedirme tambien con un mes de próroga. Arméme de todo mi valor para preguntar á miss Murdstone si debia regresar pronto á mi colegio. Respondióme secamente que creia que no volveria mas; esto fué todo lo que pude obtener de ella. Así, quedé muy inquieto respecto á mi suerte; verdad es que Peggoty no estaba mucho mas tranquila por lo que seria de mí. Nos fué imposible averiguar qué diablos iban á hacer de mí.

En mi situacion hubo un cambio que me alivió en gran parte de mis enojos presentes, y que, á ser capaz de reflexionar seriamente, hubiera aumentado mi ansiedad por el porvenir. Dejaron de ejercer sobre mí la violencia que me habia hecho tan desgraciado. Lejos de exigir que ocupase mi triste puesto en el salon, mas de una vez miss Murdstone arrugó el entrecejo, y con un gesto me echó afuera. En vez de prohibirme la compañia de Peggoty, no se ocupaban absolutamente nada en donde estaba, con tal que no tuviese el aire de imponerme á la soledad de Mr. Murdstone. Al principio tuve un miedo espantoso que volviese á emprender mi educacion, ó que miss Murdstone se dignase desvelarse por mí; pero no tardé en comprender lo infundado de estos terrores, y que lo único que debia esperar era que me descuidasen por completo.

No me disgustó mucho semejante descubrimiento, pues la muerte de mi madre me habia dejado muy aturdido. Habia veces en que creia que, abandonado á mí mismo, podia irme á vagar con los demas chicos del pueblo : entonces, asemejándome á uno de los héroes de novela, entreveia la perspectiva de mi partida en busca de fortuna. Pero aquellas visiones pasajeras que se me representaban en las paredes de mi cuarto, por un efecto de óptica, desaparecian bien presto, y me dejaban solo y en completa libertad para ir á buscar á Peggoty á la cocina y calentarme á la lumbre que cocia la comida.

— Peggoty, le dije un dia bajando la voz, Mr. Murdstone me quiere cada vez menos. Nunca me ha querido mucho; pero lo que es ahora, se me figura que dejaria de verme con mucho gusto.

— Quizás sea un efecto de su dolor, respondió Peggoty apoyando la mano sobre mi cabeza.

— No, Peggoty; tambien yo sufro, se me figura. Si creyese que el dolor le mueve á ello, no repararia; pero no es eso, ¡oh! no, no es eso.

— ¿Y cómo podeis saberlo? me preguntó Peggoty.

— ¡Oh! respondíla, su dolor es otra cosa bien diferente. En este momento, sentado al lado del fuego y al lado de miss Murdstone, está triste; pero si entrase, Peggoty, demostraria algo mas que tristeza.

— ¿Pero qué?

— Cólera, dije imitando involuntariamente su sombrio fruncimiento de cejas. Si solo estuviese triste, no me lanzaria las miradas que me lanza. Yo estoy triste, y la tristeza me mueve á ser mas compasivo.

Peggoty guardó silencio algunos minutos y dejó que me siguiese calentando las manos; al fin, exclamó :

— David, escuchadme.

— Hablad, le respondí.

— He hecho todo cuanto me ha sido posible por hallar aquí, en Blunderstone, una colocacion, cualquiera cosa, en fin : he llamado á todas las puertas, he indagado, y... nada, hijo mio.