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Cuentos de Grimm.

del agua su asquerosa cabeza. «¡Ah! geres tú, vieja azotacharcos? la dijo; lloro por mi bola de oro, que se me ha caido á la fuente.»»—«Tranquilizate y no llores, la contestó la rana; yo puedo sacártela, pero ¿qué me das, sí te devuelvo tu juguete?»»—«Lo que quieras, querida rana, la dijo; mis vestidos, mis perlas y piedras preciosas y hasta la corona dorada que llevo puesta.»»—La rana contestó:—«Tus vestidos, tus perlas y piedras preciosas y tu corona de oro no me sirven de nada; pero si me prometes amarme y tener me á tu lado como amiga y compañera en tus juegos, sentarme contigo á tu mesa, darme de beber en tu vaso de de comer en tu plato y acostarme en tu cama, yo bajaré al fondo de la fuente y te traeré tu bola de oro.»— «¡Ah! la dijo; te prometo todo lo que quieras, si me devuelves mi bola de oro.»»—Pero pensó para sí:—«¡Cómo charla esa pobre rana! porque canta en el agua entre sus iguales, se figura que puede ser compañera de los hombres.» oro,

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La rana, en cuanto hubo recibido la promesa, hundió su cabeza en el agua, bajó al fondo y un rato despues apareció de nuevo, llevando en la boca la bola, que arrojó en la yerba. La hija del rey, llena de alegría en cuanto vió su hermoso juguete, le cogió y se marchó con él saltando.«¡Espera, espera! la gritó la rana. Llévame contigo; yo no puedo correr como tú.»—Pero de poco la sirvió gritar lo mas alto que pudo, pues la princesa no la hizo caso, corrió hácia su casa y olvidó muy pronto á la pobre rana, que tuvo que quedarse en su fuente.

Al dia siguiente, cuando se sentó á la mesa con el rey y los cortesanos, y cuando comia en su plato de oro, oyó subir una cosa, por la escalera de mármol, que cuando llegó arriba, llamó á la puerta y dijo:—«Hija del rey, queña, ábreme.»—Se levantó la princesa y quiso ver quién la mas pe-