ban seguros de que su nuevo dique no podría ser deshecho ni por todos los cañones del mundo.
Pero un rato después el buque volvió a llenarse de humo, y con un horrible estampido la bala reventó en el medio del dique, porque esta vez habían tirado con granada. La granada reventó entre los troncos, e hizo saltar, despedazó, redujo a astillas las enormes vigas. La segunda reventó al lado de la primera, y otro pedazo de dique voló por el aire. Y así fueron deshaciendo el dique. Y no quedó nada del dique, nada, nada. El buque de guerra pasó entonces delante de los yacarés, y los hombres les hacían burla tapándose la boca.
—Bueno — dijeron entonces los yacarés, saliendo del agua.— Vamos a morir todos, porque el buque va a pasar siempre y los pescados no volverán.
Y estaban tristes, porque los yacarés chiquitos se quejaban de hambre.
El viejo yacaré dijo entonces:
—Todavía tenemos una esperanza de salvarnos. Vamos a ver al SURUBI. Yo hice