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Historia de una madre

ellas, acabó por distinguir y reconocer los latidos del corazón de su hijo.

—«El es,» exclamó, tendiendo la mano sobre un pequeño tallo de azafrán, doblado sobre sí mismo y poco menos que mustio.

—«Cuidado, no lo toques, dijo la vieja, y no te muevas de aquí. Cuando venga la Muerte, que no puede tardar, amenázala con arrancar todas las flores que crecen en torno y tendrá miedo, pues es responsable y ha de dar cuenta de ellas á Dios, no pudiendo arrancarse ninguna planta sin, su previo consentimiento.»

Al poco rato se dejó sentir una ráfaga de viento glacial y la madre adivinó la proximidad de la Muerte.

—«¿Cómo has hallado el camino de este sitio? preguntó la Muerte. ¿Cómo te has compuesto para llegar hasta aquí antes que yo? Explícate.»

—«Soy madre,» contestó lacónicamente.

Y la Muerte extendió su mano larga y huesosa sobre el pequeño azafrán; pero la madre lo tenía estrechamente circuído con las dos suyas, al propio