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EL NINO EN LA TUMBA


E

l duelo llenaba la casa y el pesar todos los corazones: había muerto un niño, un pobre niño de cuatro años que era el encanto y la esperanza de sus padres. Bien es verdad que aún les quedaban dos niñas tan buenas como hermosas; pero siempre el hijo que se pierde es el más caro, y aquí sobre ser el único varón, era el más joven.

¡Terrible contrariedad! Las hermanas del difunto sufrían lo que sufren en estos casos todos los corazones tiernos; pero el inmenso desconsuelo de sus padres daba creces á sus penas. El padre estaba anonadado; y en cuanto á la madre, era en realidad la que había sufrido, con esta desgracia, un golpe más cruel é irreparable. Durante la enfermedad de su hijo, había pasado días y noches á la cabecera del enfermo cuidándole con indecible esmero, acariciándole con ternura y sintiendo entonces más que nunca que aquella criaturita formaba parte de sí misma. Cuando fueron á colocar el cadáver en el ataúd para