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Cuentos cortos

ligero tinte marronado. Que no dormía como antes, que su sueño era agitado y que le atormentaban pesadillas terríficas...

Se decidió a ver al médico de la familia. Este le examinó con detenimiento, y le dijo: — Vd. debe someterse a un tratamiento enérgico de inmediato y abstenerse de beber.

La opinión del médico, sentenciosa, terminante, púsole miedo y por primera vez en su vida vió obscuro. Viviría seis años, siete... No dejó de cruzar por su mente lo que hacen las mujeres fáciles al primer inconveniente en la vida, trocarla por un exceso de vida misma; pero él tenía otro egoísmo que el hartazgo de los que se echan en la corriente, menos elegante, pero al fin más egoísmo: su posición, la fortuna que heredaría.

Los venenos de la terapéutica fueron para el "Gringo" un tónico soberano; sintióse más enérgico, sus miembros adquirieron una rigidez ortopédica y su mirada ese candor agresivo de los ojos de vidrio.

Raúl acarició una curación. Y una noche que regresaba a casa de un sarao en que las mujeres parecían figuras de un viejo abanico, sintióse contento. Metióse en cama y se dijo: "Ahora dormiré". Y efectivamente durmió. Pero a la media hora de un sueño reparador, fué presa de una pesadilla. Se iniciaba la escena apocalíptica.

Una araña negra, monstruosa, del tamaño de un puño, apareció en el techo del aposento, fija, inmóvil. El animal comenzó a descender con majestad aterradora. Raúl desesperábase, quería huir, gritar, pero no podía, estaba aprisionado, sus músculos no le pertenecían; gruesas gotas de sudor corrían por su frente. A todo esto la araña estaba ya en el suelo y avanzaba en di-