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Prólogo

Sírvenle para ello los más desemejantes argumentos: una evocación chinesca cuyo protagonista se deja cortar la cabeza antes que hablar, y muere predicando con el hecho la virtud del silencio; un caso de psicología morbosa personificado en un zángano alcoholista y frívolo; un chascarrillo de rueda que describe la irrisoria pesadilla de cierto fraile glotón; una fábula de nodriza, reflejo de la obsesionante alucinación de una mujer de "tres caras"; un croquis de ambiente, de personajes, y hasta de un familiar caballo de campaña, trazado con bonachona malicia. Hállanse también en este libro el cuento extraño, como aquel de la mujer enamorada de un ave, que recuerda a Leda, y el cuento provinciano que reconstruye con palpitante realidad, aspectos de la existencia mediterránea. Uno de estos últimos, "La Pichona", tiene la ligera emoción y la fuerza evocadora de una remembranza infantil. Otros, como "El loco Castro", están inspirados en tradicionales consejos del folk-lore sanjuanino, y cobran, por lo mismo, un sabor genuino de leyenda popular.

Cuentos, fábulas, leyendas, consejos... Bajo su forma sencilla, algunas veces ingénua, en ocasiones conmovida, casi siempre refocilada y traviesa, estas historias, agregadas a "Medicina de Agujeros" vienen a definir una interesante figura literaria. Repitámoslo para concluir: hay en Segundo Huarpe un escritor original. Su imaginación y su ingenio, su arte de relatar, su independencia de juicio, su sano y espontáneo buen