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EPILOGO

L día lO de diciembre de 1 898, sábado, a las diez de su noche, se

firmó en París el IVatado de Paz, que puso fin a la guerra hispa- noamericana. P^l mismo día, El Liberal^ uno de los periódicos más importantes de Madrid, al dar cuenta de tan notable suceso, publicó lo que sigue:

«Hoy se cerrará para siempre la leyenda de oro, abierta por Cristóbal Colón en 1492, y por Fernando de Magallanes en 1 52 1.

Los tres meses y medio, invertidos en estériles negociaciones diplomáticas, ha- bían embotado la sensibilidad del pueblo español, y héchole perder, en parte, la no- ción de su inmensa desdicha.

Al cabo de cuatrocientos años, volvemos de las Indias Occidentales, por nosotros descubiertas, y del extremo Oriente, por nosotros civiHzado, como inquüinos, a quie- nes se desahucia; como pródigos, a quienes se incapacita; como intrusos, a quienes se echa; como perturbadores, a quienes se recluye.

Día de expiación es el 10 de diciembre de 1 898; pero lo será también de suprema y última despedida a nuestra personalidad, a nuestra independencia y a nuestras •esperanzas, si no lo tomamos como punto de partida para emprender vías nuevas, y para enterrar, definitivamente, los vicios pasados y los sistemas caducos.

Para modificar la función no hay otro recurso que modificar el órgano; para sal- var el tronco, que aun vive, no hay otra solución que podar las ramas muertas.»