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A. RIVERO
 

compañía E; William Rositer, de la C; Lemuel P. Cobb, de la I; D. J. Graves y Amos Wilkie, los dos de la M, cabo el último y todos del 11.° regimiento, regulares de infantería.

También resultaron contusos Frank Muller, de la E, y Augustus H. Ryan, de la F.

Cuando Mateo Fajardo y el capitán Macomb, con sus jinetes, reconocieron el campo en la noche del día 10, encontraron muerto un soldado de Alfonso XIII; estaba entre unas breñas, con el fusil sostenido por ambas manos y el capacete un poco más allá; dicho soldado había fallecido de un terrible balazo que le había atravesado el pecho.

Por la noche.—El doctor N. Jiménez Nussa, presidente de la Cruz Roja, Font y Guillot y otros médicos, fueron aquella noche hasta muy cerca del campamento americano, con la idea de ofrecer sus servicios; pero como olvidasen los brazales de la Institución a que todos pertenecían, no fueron admitidos en las avanzadas, teniendo que regresar a Mayagüez. El cuartel, hospital militar y demás edificios a cargo del Ejército, mostraban en el desorden de sus muebles y numerosos objetos abandonados, la precipitación de la marcha en los encargados de su custodia.

Después del combate.—El sargento Stephen relata la última parte de las operaciones del comando Schwan, en su pintoresco lenguaje:

En la mañana del 14 toda la brigada estaba tan desorganizada que, entre cabeza y cola, había sus buenas nueve millas. Cuando llegó la hora de comer alguna cosa fué preciso ponernos a media ración para poder alimentar a nuestros prisioneros, quienes eran los soldados de mejor apetito que he visto en mi vida; siendo menos de 60 devoraron las raciones de 1.200. Sin embargo, comieron, y el haberles dado tal ayuda fué nuestra mejor recompensa. Por la tarde todo estuvo en orden, y aún no he cesado de maravillarme cómo mis jefes se las arreglaron para poner fin al caos de la noche antes.

Este fué el último combate entre nuestras fuerzas y las españolas en aquella guerra, y tal vez el conocimiento de esta circunstancia nos consoló al vernos obligados a suspender el fuego, cuando tan lindamente íbamos aprendiendo a practicarlo.

El general Schwan, con su brigada, recorrió, durante ocho días, 92 millas y capturó, después de dos combates, nueve pueblos, 362 prisioneros, incluyendo voluntarios libertados, bajo palabra; al coronel comandante de toda la fuerza, a un teniente coronel, cuatro oficiales, 462 fusiles, 145.000 cartuchos y 10.000 pesos en moneda acuñada. Nuestras bajas fueron un muerto y 16 heridos.

Refiriéndose a ciertas latas de carne embalsamada (como la llamara el general Miles, ante una comisión del Congreso), dice nuestro artillero:

Desembarcamos en Guánica el 25 de julio, lo cual significa que habíamos estado semihambrientos durante veintidós días; nadie se acordaba del Maine y hubiéramos dado la bienvenida al mismo general Weyler, con nuestra más dulce y alegre son-