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CRÓNICAS
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orden de marcha como sigue: Escuchas de Lugo Viña, explorando el terreno; caballería de Macomb y ordenanzas montados para comunicarse con el jefe de la brigada; dos millas detrás seguía la vanguardia, compuesta de dos compañías de infantería y un pelotón, también de infantería, con dos ametralladoras Gatling; un destacamento de ocho soldados, al mando de un sargento, actuaba como zapadores, llevando una carreta atestada de útiles de trinchera.

A continuación marchaba el grueso principal de la columna: nueve compañías del regimiento número 11; una batería de campaña y otro pelotón con dos ametralladoras Gatling; después venía el tren de municiones y la impedimenta, bajo la dirección del Cuartelmaestre, en esta forma: tres ambulancias de hospital, columna de municiones, reservas y carros con los equipos; cerraba la marcha una compañía de infantería, el jefe Schwan (que hasta San Germán fué en coche por estar enfermo), su Estado Mayor, ayudantes y coronel Fajardo; partidas exploradoras reconocían ambos lados del camino. Así llegó la brigada a San Germán a medio día; pasó a través de la población y se detuvo, algún tiempo, sin acampar, cuando la vanguardia asomaba hacia el camino de Mayagüez. El comandante general penetró en la casa de un prominente vecino, Sr. Servera Nasario, cuya señora cuidó de que se sirviese al general leche y alguna tisana, pues venía enfermo y a dieta.

Cuando se dio la orden de marcha, dos horas después, el brigadier, muy complacido de las atenciones recibidas, dijo al joven Servera Silva: «Caballero, en honor a su señora madre, doña Apolonia, voy a ordenar que todas las bandas toquen una marcha de honor.»

Y debido a tales circunstancias vibraron aquel día, y por vez primera, en las pintorescas calles de la artística y legendaria ciudad de las Lomas, los bélicos acordes de las músicas militares americanas. Era este general Schwan un soldado rígido, alto, silencioso, reservado y muy querido de su gente; demostró en toda ocasión ser un completo gentleman. A cualquier hora sus oídos estaban dispuestos a escuchar las quejas del más humilde soldado.

Hacia Hormigueros.—A la salida de San Germán llegaron noticias, traídas por los escuchas de Lugo Viña, de que una buena parte de la guarnición de Mayagüez había salido de aquella plaza, hacia Hormigueros, y al encuentro de la brigada, por lo cual se redoblaron las precauciones y estrecharon las distancias entre las fracciones de la columna, a cuya cabeza cabalgaba el general Schwan.

Nuestro servicio de información [1], en estas y otras importantes ocasiones, fué un pequeño Cuerpo de escuchas nativos, de seis a once hombres, y mandados por Lugo Viña, un portorriqueño moreno, pequeño y juicioso, el cual se asemejaba al general Máximo Gómez y quien era taciturno como un indio. Fué considerado, por el jefe

  1. De un pequeño libro que, con el título «<From Yauco to Las Marías», publicó después de la guerra el sargento de artillería Karl Stephen. Debo este libro a la cortesía del general Darling.—N. del A.