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Magdalena. Isabel. Magdalena.

LECTURAS VARIADAS

N 122, ¡Una nueva!

Isabel, ¿no conoces la nueva?

¿De qué nueva me quieres hablar? Con la madre y la buena Groninge — ¡Si tú vieras qué alegres están! — nos salimos de casa hace un rato,

y nos fuimos las sendas allá,

donde está la casona arruinada

que en establo ha venido a parar... — ¡Mala puerta, si pasan soldados, que del quicio saltándose está! — Con el hombro la abrió la Groninga; nos entramos las tres al zaguán. Poco espacio en el antro; unas tablas donde hay hierba tendida a secar, unas vigas muy bajas y negras,

en los muros color de humedad

y una franja de lumbre delgada que se filtra de un roto cristal...

Se metió en el corral la Groninga; detrás de ella empezamos a andar,

y sentí, en el calor del establo, como un baño de calma y de paz, que, abrigado de tierra caliente, cuando empieza el invierno a aflojar, sube toda la savia a sus brotes

y se cuaja de flor el rosal...

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