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das sus pretensiones, depondría en fin su terquedad. Aplazáronse las vistas para de allí a cinco días. Mientras tanto, yendo y viniendo frecuentemente mensajeros de un campo al otro, pidió Ariovisto que César no llevase consigo a la conferencia gente de a pie, que se recelaba de alguna sorpresa; viniesen ambos con guardias montadas, que de otra suerte él no iría. César, que ni quería se malograse la conferencia por ningún pretexto, ni osaba fiar su persona de la caballería galicana, tomó como más seguro el partido de apear a los Galos de sus caballos, montando en ellos a los soldados de la legión décima, de quien estaba muy satisfecho, para tener, en caso de necesidad, una guardia de toda confianza. Al tiempo de montar, dijo donosamente un soldado de dicha legión: "Mucho más hace César de lo que prometió: prometió hacer de nosotros su cohorte pretoria[1], y he aquí que nos hace caballeros."

XLIII. Había casi en medio de los dos ejércitos una gran llanura, y en ella un altozano de capacidad competente. El lugar distaba cast lo mismo del campamento de Ariovisto y del de César. Aquí se juntaron a vistas, según lo acordado. César colocó la legión montada a doscientos pasos del altozano. A igual distancia se apostó Ariovisto con los suyos, pidiendo que la conferencia fuese a caballo, y cada uno condujese a ella consigo diez soldados. Luego que allí se vieron, comenzó César la plática, recor-


  1. La cohors prætoria era un cuerpo elegido, que ve laba especialmente por la persona del general en jefe.