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así, el general está resuelto, si no se rinde la plaza dentro de tres días, a levantar el cerco". "Todo esto, dice entonces Vercingetórix, debéis al que acusáis de traidor, por cuya industria, sin costaros gota de sangre, veis un ejército tan poderoso casi muerto de hambre; que si, huyendo vergonzosamente, buscare algún asilo, precavido tengo que no lo halle en parte ninguna." XXI. Le vitorean todos, y batiendo las armas, como usan hacerlo en señal de que aprueban las razones del que habla, repiten a voces que Vercingetórix es un capitán consumado, que ni se debe dudar de su fe, ni administrarse puede mejor la guerra. Ordena que diez mil hombres escogidos entren en la plaza, no juzgando conveniente fiar de los Berrienses solos la común libertad, porque de la conservación de esta fortaleza pendía, según pensaban, toda la seguridad de la victoria.

XXII. Los Galos, siendo, como son, gente por extremo mañosa y habilísima para imitar y practicar las invenciones de otros, con mil artificios eludían el valor singular de nuestros soldados. Unas veces con lazos corredizos se llevaban a los sitiadores las hoces, y, teniéndolas prendidas, las tiraban adentro valiéndose de máquinas; otras veces con minas des barataban el vallado, en lo que son muy diestros por los grandes minerales de hierro que tienen, para cuya cava han ideado y usan toda suerte de ingenios. Todo el muro estaba guarnecido con torres de tablas cubiertas de pieles. Demás de esto, con salidas continuas de día y de noche, o arrojaban fuego