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COLÓN

tud y la admiración de los católicos. Esto era ya mucho pedir, vista la imposibilidad de ajustar la introducción con las reglas establecidas en la materia; el Padre Santo hubo de declararlo sin embajes; no obstante, como nada impidiera la demanda, dejando que la opinión pública se formara libremente, á las repetidas instancias del solicitante acordó autorización para iniciar aquélla, en la inteligencia de que Tentare non nocet.

Alcanzó por entonces el Conde preponderantes protectores de su idea en el Cardenal Donnet, Arzobispo de Burdeos, y en Mons. Andrea Charvaz, Arzobispo de Génova. El primero, usando el titulo de Metropolitano de las posesiones francesas del Océano; en concepto el segundo de Prelado en la ciudad que dió cuna al Navegante de Dios, dirigieron á Su Santidad cartas encomiásticas de petición, circulándolas impresas por sus respectivas diócesis, de cuyos límites salieron á los del mundo católico. Por otro lado el Conde, como postulador natural y de derecho en la causa, se dirigió á otros Obispos en Memoria escrita en francés y en italiano, dando por admitido el interés universal de llevarla á buen término, y la