Esta página no ha sido corregida
CAPITULO V.
Constancia no tenia mas que una amiga y una condenta, y esta era Andréa, que habia sido su ama.
—¡Válgame Dios, hija!—le decia esta una mañana en que solas se hallaban en el cuarto de Constancia: es posible que des esta pesadumbre á tu Madre; que desperdicies tan buena suerte como se te brinda, todo por haberte encariñado á tontas y á locas? ¡Como que te parecia todo el monte orégano!....
Bien te lo avisé; pero los consejos son como los muertos: no se conoce lo que valen hasta que pasa su tiempo. Recuerda cuántas veces te dije: Ese muchacho, muy bueno será, no digo que no; pero con él no puedes pensar en casarte.
Y quién piensa en casarse? repuso ásperamente Constancia.
—Quién piensa en casarse? ¡Mire Vd. que cuajo!
-