asombró; soy dóci!,—cedí! pero ceder no era arrancar de mi pecho mi primero, mi solo amor.
Todo lo antedicho, era como colegirá al lector, falso y mentido.
Alegría se llevó el pañuelo á los ojos.
—Si vieras, añadió con voz de llanto, ¡qué de sinsabores me ha costado el haber ido á tu cita la otra noche, y de qué mentiras he tenido que valerme para disculpar mi larga ausencia! Tú nada de eso tienes que sufrir; por eso siempre te dije que yo te quería más que tú á mí, pues de ello te doy más pruebas.
1 Los amantes iban tan ensimismados y embebidos en lo que hablaban, que no vieron á un hombre embozado, que parado habia estado frente al zaguan de Clemencia, y los venia siguiendo.
Cuando entraron en casa de la Marquesa, estaban completamente reconciliados. Alegría afectaba aun un airecito melancólico, como el de la inocentevíctima de una injusticia y de una triste suerte.
Paco Guzman estaba más alegre, más petulante que nunca.
Aquella noche la Marquesa no se habia recogido aun, y estaba sentada en un sillon: á su lado estaha tranquila é impasible, como siempre, su hija Constancia.
Alegría entró primero, pretextó dolor de cabeza y se sentó al brasero. En seguida de ella entró Dona Eufrasia, poco despues Paco Guzman.