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cap.
darwin: viaje del «beagle»

quince pies, y la circunferencia abarcada por las ramas, con sus espinas, de tres a cuatro pies.

Una gran nevada en las montanas me impidió durante los dos últimos días hacer algunas excursiones interesantes. Intenté llegar a un lago que los habitantes creen ser un brazo de mar, por alguna razón inexplicable. En cierta época de grandes sequías se propuso el proyecto de canalizarle para el riego; pero el «padre», después de ser consultado, declaró que era muy peligroso, pues todo Chile se inundaría si, como se suponía generalmente, el lago estaba en comunicación con el Pacífico. Subimos a una gran altura; pero viendo que nos hundíamos en la nieve, nos fué imposible llegar al admirable lago, y no sin dificultad hubimos de regresar. Creí que se nos hubieran inutilizado los caballos, porque no había medio de calcular la profundidad de los montones de nieve, y cuando se hundían en ellos no podían salir mas que asaltos. Los negros nubarrones que cubrían el cielo indicaban que se preparaba una nueva tormenta; así es que nos dimos por muy afortunados de poder escapar. Precisamente cuando hubimos acabado de bajar empezó a descargar la tempestad, y muy de veras nos alegramos de que no hubiera sobrevenido tres horas antes.


26 de agosto.—Partimos de Jajuel, y cruzamos de nuevo la cuenca de San Felipe. El día era de los peculiares de este país: brillante y con una atmósfera enteramente despejada.

La espesa y uniforme capa de nieve que acababa de caer daba al panorama del volcán del Aconcagua y de la cadena principal un aspecto fantástico y grandioso. Ahora estábamos en el camino de Santiago, capital de Chile. Traspusimos el cerro del Talguen y dormimos en un rancho. El patrón, hablando de la situación de Chile, en comparación con otros países, se expresó en términos muy humildes: «Unos ven con